« Home | Jorge Eduardo Eielson: Poema en forma de pájaro » | Rómulo Gallegos: Doña Bárbara » | Alejo Carpentier: Los pasos perdidos » | La ciudad y los perros » | Juan de Valdés: Diálogo de la lengua » | Cien años de soledad » | José Eustasio Rivera: La vorágine » | Ricardo Güiraldes: Don Segundo Sombra » | Matado por la letra » 

Wednesday, August 16, 2006 

Rosario Castellanos: Balún-Canán

La dialéctica política sobre la cual se desarrolla la historia de esta novela se expresa como un conflicto entre “ideas nuevas” e “ideas viejas”. El gobierno de Cárdenas lidera en México la abolición del feudalismo que ejercen los rancheros, imponiendo políticas encaminadas a la proletarización de los indios. La novela desarrolla los efectos de esta transformación política en la vida de la familia Argüello. En dos de las tres partes de las que se compone esta novela, la voz narrativa es asumida por la hija de César Argüello, de quien nunca sabemos su nombre. Su hermano Mario, el llamado a ser el heredero de la casta de los Argüello, es un personaje apenas visible (por su niñez pero también por su carencia de personalidad) y cuyo valor se halla exclusivamente en su condición de varón y la consecuente expectativa de que sea el sucesor de la casta. Frente a esto, la marca de anonimato y silenciamiento de la descendencia femenina es notoriamente enfática. Esto se contrapone con la fuerza narrativa de la voz de la niña quien, desde un lenguaje adulto, recrea la sensibilidad de su niñez.


Pero, si bien desde la retórica política, lo que está en juego es la lucha de lo viejo contra lo nuevo, la puesta en escena de la disputa entre los indios y rancheros se mueve en un escenario mitológico y mágico. Por ejemplo, la tierra no solamente es el lugar de la producción, sino que también posee un valor histórico, legendario y mitológico. Y al lado del ineficiente médico, se halla el brujo. Ni los indios ni los rancheros representan la oposición entre modernidad y premodernidad. Este contraste impide que la novela se reduzca a los clisés del debate entre el pasado y el futuro, entre la oscuridad y la luz. Así, la lucha entre amos y explotados, que por un lado se plantea como cuestión legal y política, se termina presentando como un conflicto entre dos maneras de entender la justicia desde puntos de vista que nada tienen que ver con la modernidad: los indios se justifican a sí mismos y construyen sus esperanzas sobre la base de un sino mitológico; los rancheros lo hacen sobre la base de su superioridad humana y la idea de un orden natural. Si bien lo legendario y mítico está siempre presente como sustrato discursivo de los tipos de personajes, la novela se mantiene dentro de una representación realista. Los personajes como los brujos y adivinos enuncian sus poderes, pero el relato nunca les confiere efectos reales, de modo que lo mágico aparece como un elemento exclusivamente subjetivo pero, no por ello, carente de fuerza, ya que se constituye como elemento definitorio del carácter de los personajes.


La deformación de los signos de la modernidad (la escuela donde no se aprende nada, el presidente municipal inaccesible, las leyes cuya aplicación es imposible) tiene ecos kafkianos. Lo que lo hace distinto al mundo kafkiano es, sin embargo, una involución hacia contrastes mitológicos arcaicos (el mundo de Kafka está compuesto, por el contrario, de mitos nuevos). En efecto, el colapso de la oposición entre modernidad y premodernidad traslada al conflicto a un terreno impreciso en el que los dioses antiguos chocan entre sí. Al final de la novela, la inocente narradora aparece traicionando a su estirpe mediante la identificación con los indígenas. Ella está convencida de haber producido la muerte de su hermano y, por tanto, de poseer poderes taumatúrgicos que, por un lado, anulan su propia casta pero, por otro, vindican su voz femenina. Esta voz femenina se expresa, por tanto, a través de la figura de la bruja. El acto de justicia india no se logra a través de la victoria legal o política, sino de la manipulación de las fuerzas transhumanas.


La niña, que nunca había tomado partido, aparece finalmente como agente de la destrucción de los Argüello. Su malignidad no es claramente inconsciente. Al final del relato, tenemos la impresión de que esa inocencia y aparente neutralidad con la cual narraba la historia de los últimos días de su familia era fingida. Mario, el hermano menor, es el objeto sobre el cual ella consuma su silenciosa venganza.


El diálogo con el regionalismo es bastante notorio porque la novela pone en juego la relación conflictiva de tiempos y espacios. Sin embargo, la presencia mínima, casi nula, de aquello que representa la modernidad (la ley, las autoridades del Estado) le confiere a la novela una tonalidad especial, que la relaciona más con Pedro Páramo o Cien años de soledad.

Hola Daniel. Qué gusto hallar un nuevo post, escrito, además, de forma tan delicada y fina que me ha animado a leer la novela.
Saludos

Post a Comment

About me

  • I'm Daniel Salas
  • From Boulder, Colorado, United States
  • Ph. D. Universidad de Colorado en Boulder. Thomas E. Devaney Fellow. Editor de Reseñas de "Dissidences", Hispanic Journal of Theory and Criticism. Visiting Assitant Professor, Colby College.
My profile

    This page is powered by Blogger. Isn't yours?

    make money online blogger templates

Matado por la Letra is powered by Blogspot and Gecko & Fly.
No part of the content or the blog may be reproduced without prior written permission.
First Aid and Health Information at Medical Health