Ricardo Güiraldes: Don Segundo Sombra
Lo primero que quiero observar en torno a Don Segundo Sombra es el lugar de la voz narrativa. El pacto ficticio propuesto por el narrador en primera persona es aquí crucial y constituye un procedimiento artístico estrechamente vinculado con la sensibilidad que recorre la novela. Gracias a que el punto de vista es ajeno al de los hechos narrados, la historia se construye desde la perspectiva de la memoria, lo que abre la posibilidad de establecer una intensa relación afectiva y reflexiva con el pasado. Por tanto, en este caso el distanciamiento no significa en absoluto que el narrador se proponga la objetividad. Al contrario, el tono dominante en la novela es lírico y nostálgico y esto pone de relieve el que se halle en juego de manera crucial la identidad moral del narrador-personaje.
De modo muy enfático, la cuestión moral es el aspecto central en Don Segundo Sombra. Como resulta evidente, estamos ante una novela de formación, ante un bildungsroman. De hecho, en un sentido importante, antes de acogerse a las enseñanzas de don Segundo, el niño que después será reconocido como Fabio Cáceres era un personaje sin orientación y sin forma moral. La ausencia del padre, que motiva que sea llamado despectivamente un “guacho”, marca esa ausencia de modelo. La ausencia paterna es clave para la carencia de forma moral, ya que no existe la figura que no puede ser afirmada o negada. Más aun, por ser un simple rapaz, sus pequeñas aventuras iniciales que imitan al tipo del pícaro se hallan todavía fuera del ámbito del juicio moral. El pequeño Fabio es apenas la herramienta para las bromas de otros y, por tanto, ni siquiera se puede juzgar si hace cosas buenas o malas. Pero precisamente esta carencia de forma moral hace más notorio que el cambio crucial que exige el personaje sea la entrada al universo ético.
La carencia de orientación no significa que al pequeño Fabio le falten impulsos: se trata de un niño inteligente y, sobre todo, audaz; se trata de un pícaro que repudia el tedio y los dobleces que le brinda la vida del pueblo y que, además, se dedica a una tarea productiva elemental (la pesca) para sus propios fines. Fabio rechaza el cariño superficial que le ofrecen sus tías y prefiere realizar una modesta actividad para comprar sus golosinas antes que tener que depender de los mayores. La ausencia de orden no niega, por tanto, la existencia de un germen de la personalidad. Sabemos que Fabio quiere valerse por sí mismo y sabemos también que tanto la vida sosegada del pueblo como su moral hipócrita le resultan insufribles.
Por tanto, si bien la escena en la que don Segundo aparece cobra el aspecto de un revelación repentina, no se puede decir que esta iluminación se produzca desde el vacío: Fabio posee un ánimo predispuesto a toparse con aquella revelación. La aparición de don Segundo, en efecto, se produce dentro de un fondo de nocturnidad que le confiere un matiz mágico en medio de un ambiente narrativo realista; sin embargo, no sentimos como extraña o precipitada la admiración que Fabio siente repentinamente por él:
Al cruzar una calle espanté desprevenidamente un caballo, cuyo tranco me había parecido más lejano, y como el miedo es contagioso, aun de bestia a hombre, quedéme clavado en el barrial sin animarme a seguir. El jinete, que me pareció enorme bajo su poncho claro, reboleó la lonja del rebenque contra el ojo izquierdo de su redomón; pero intentara yo dar un paso, el animal asustado bufó como una mula, abriéndose en larga "tendida". Un charco bajo sus patas se despedazó chillando como un vidrio roto. Oí una voz aguda decir con calma:
-- Vamos pingo… Vamos, vamos, pingo…
Luego el trote y el galope chapalearon en el barro chirle.
Inmóvil, miré alejarse, extrañamente agrandada contra el horizonte luminoso, aquella silueta de caballo y jinete. Me pareció haber visto un fantasma, una sombra, algo que pasa y es más una idea que un ser, algo que me atraía con la fuerza de un remanso, cuya hondura sorbe la corriente del río. (9)
Aquí destaca aquella frase según la cual don Segundo es "más una idea que un ser". La figura de don Segundo se aparece como un tipo mítico ideal que se encarna en una persona. Así, don Segundo es una sombra y un fantasma no debido a que pertenezca a un mundo ultraterreno, sino en el sentido de que cifra en su carácter un modelo humano. Don Segundo no representa sino que presenta un ideal ético que puede y debe ser alcanzado.
Obsérvese también los atributos del dominio y la elegancia que en don Segundo son especialmente seductores para el carácter rebelde y despierto de Fabio. El niño, en busca de forma y sentido, es impresionado por el dominio que posee don Segundo sobre la bestia y que ejerce con sutileza y elegancia: los movimientos que realiza el gaucho para devolver al caballo a su camino son notoriamente parsimoniosos y se reducen a lo estrictamente necesario. El gaucho no necesita exhibir enfáticamente su posición de dominador. Lo que él realiza no es, en este sentido, un espectáculo y, sin embargo, justamente por su delicada perfección, puede impactar y ser objeto de una fruición estética.
Así, pues este dominio y esta elegancia son un arte, un saber hacer que produce tanto efectos prácticos como efectos éticos y estéticos. En este tipo de trabajo, el compromiso de quien lo realiza es total; por ello, la labor trabajo del gaucho es, en un sentido íntegro, el núcleo de una forma de vida en donde cada uno de sus aspectos forma parte de una existencia armoniosa. Por este motivo, al insertarse en esta comunidad, Fabio logra adquirir la plenitud moral de la que carecía como "guacho". Ello porque el aprendizaje de los oficios que domina el gaucho lleva necesariamente consigo una formación del carácter. El manejo de las herramientas, el conocimiento que permite la administración de los animales, la relación establecida frente a la violencia e, incluso, los modos de seducción conforman un método, pero a la vez expresan una definición moral que se percibe como consistente y superior. La vida del pueblo, en cambio, era un mundo moralmente incoherente, desorientador y vil. Los gauchos constituyen, frente a ella, una forma de vida alternativa que se apoya en la espesura de una tradición.
El pueblo de Fabio es, en cambio, un lugar nuevo y, por tanto, sin memoria y sin modelos. Las historias que se cuentan en el pueblo son mayormente chismes y maledicencias; las historias que relata don Segundo son leyendas con finalidad moral. Las relaciones humanas que marcaban al pueblo eran la ausencia de respeto, la desconfianza y la ambigüedad; las de los gauchos son el reconocimiento de la autoridad, la amistad y la coherencia. Otro elemento notorio en la comunidad de los gauchos está compuesto por sus rasgos marcadamente patriarcales y homosociales. Claramente, la mujer está excluida porque el valor que se coloca en el centro es la virilidad.
Es significativo el hecho de que Fabio deba pasar por la ascesis para alcanzar la plenitud. La carencia que marcaba la niñez de Fabio cobraba la forma de un estado de desorientación debido a que algo faltaba, o lo que es lo mismo, debido a una necesidad fundamental. Esta condición es totalmente opuesta a la ascesis, que implica el despojo de la necesidad. Gracias a la ascesis que experimenta en la comunidad de gauchos, Fabio logra el control de sí mismo y es a su vez capaz de aprender a vivir con orientación y armonía.
Poseer y ejercer el control y el dominio es, por ello, un motivo recurrente. No hay que olvidar que una de las tareas más importantes que ejerce el gaucho es la domesticación. La autoridad eficiente sobre la bestia posee un correlato con el dominio de los propios impulsos. Antes que aprender el método de sus labores, Fabio debe aprender a respetar las jerarquías y a soportar la fatiga y el dolor. Claramente, entonces, la vida del gaucho es ardua y agotadora; sin embargo, dado que se fundamenta en la ascesis, el trabajo no implica ni penuria ni sacrificio; por el contrario, es una forma de vida moralmente plena.
El trabajo del gaucho se fundamenta en el control, tanto de la naturaleza como de sí mismo. Por eso don Segundo escapa explícitamente al modelo del cuchillero pendenciero. Véase, por ejemplo, el enfrentamiento con el tape Burgos. En este episodio, después de haber esquivado hábilmente el ataque de éste y de haberse quebrado el facón del agresor, el narrador relata que:
En el puño de Don Segundo relucía la hoja triangular de una pequeña cuchilla. Pero el ataque esperado no se produjo. Don Segundo, cuya serenidad no se había alterado, se agachó, recogió los pedazos de acero roto y con voz irónica dijo:
-- Tome, amigo, y hágala componer, que así tal vez no le sirva ni para carniar borregos.
Como el agresor conservara la distancia, Don Segundo guardó su cuchillita y, estirando la mano, volvió a ofrecer los retazos del facón:
-- ¡Agarre, amigo!
Dominado, el matón se acercó, baja la cabeza, en el puño bruñido y torpe la empuñadura del arma, inofensiva como una cruz rota (14-15).
Si bien el gaucho sabe manejar el arte de la pelea, ésta implica un uso de la mesura. La violencia gratuita es aquí ridiculizada. Por ello, quien vence y quien controla es aquel que ha renunciado a un enfrentamiento innecesario con un rival que no posee su misma altura.
Poseer control significa también saber enfrentar las fuerzas ocultas. En la escena de la posesión de don Sixto, don Segundo sabe comportarse con valentía pero sin temeridad ante las manifestaciones diabólicas.
Cabe observar también que la mesura es uno de los rasgos de la escritura, lo que indica que este principio ordena una diversidad de aspectos de la vida. Incluso cuando Fabio gana y pierde en las apuestas de las peleas de gallos, es decir, incluso cuando parece dejarse llevar por el desenfreno, el joven enfrenta con estoicismo la derrota. El cambio de fortuna (la otra cara de la taba) no debe afectar el carácter.
Significativamente, entonces, el enfrentamiento entre don Segundo y el taipe Burgos está en paralelo con la provocación de Numa a Fabio (150). Siguiendo la enseñanza de su maestro y después del largo aprendizaje, Fabio ya es capaz de responder a una agresión esquivando el ataque y de distinguir cuándo es innecesario enfrentar a un rival.
La pendencia con Numa se halla en el capítulo XIX. Para entonces, ya Fabio había alcanzado la plenitud de su formación. El hecho de que es así lo observamos en el capítulo XVII, en el cual Fabio enfrenta a un toro. Las características de este enfrentamiento poseen la forma de un duelo y de una iniciación masculina.
De un duelo, por un lado, en tanto que se presenta al toro como respondiendo al desafío convocado por Fabio. No se trata entonces, de un hombre matando un animal, sino de una lucha entre dos antagonistas: Fabio quiere vengar las heridas causadas a su caballo y el toro parece responder a este reclamo. En tanto rival digno, el toro es además tratado con respeto.
Pero es también una iniciación masculina en tanto que la muerte del toro cobra la forma de un ritual. Claramente, el toro representa lo masculino y el impulso viril que se posee y se controla. La escena posee las marcas de un bautismo de sangre y de un sacrificio, dentro de la cual hay una relación íntimamente profunda con la víctima propiciatoria:
El chorro caliente me bañó el brazo y las verijas. El toro hizo su último esfuerzo por enderezarse. Me caí sobre él. Mi cabeza, como la de un chico, fue a recostarse en su paleta. Y antes de perder totalmente el conocimiento, sentí que los dos quedábamos inmóviles, en un gran silencio de campo y cielo (136).
Solamente entrado en relación con otro macho el joven afirma su virilidad. Por eso esta escena se asemeja a un umbral en el que se da fin al proceso de aprendizaje y en el que el iniciado debe cumplir con una prueba que cifra ese aprendizaje.
Aquí, la muerte no es gratuita porque implica conocimiento. A través de la muerte se reafirman los lazos patriarcales y viriles que dan forma a la comunidad homosocial, pero, asimismo, el joven iniciado descubre finalmente quién es.
Fabio ha pasado entonces de guacho a gaucho. No importa que carezca de un nombre, ya que la identidad no depende de que ser apelado por los otros, sino de un estado interior. Cuando Fabio Cáceres descubre su nombre, se superpone a esta identidad independiente y creada por el mismo sujeto otra identidad más bien social e impuesta. Esto, sin embargo, no crea una conflicto. Fabio Cáceres, a pesar de ser ahora rico, de poseer un nombre y de recibir el respeto jerárquico de quienes antes fueron sus compañeros, conserva en el centro de su personalidad aquella identidad forjada en el ascetismo y la pampa.
Esto explica por qué no sabemos nada de la vida posterior del narrador. Es como si lo que es definitivo en su vida ya se hubiera agotado en su relación con don Segundo. Lo que viene después es la mera aplicación del aprendizaje.
Ahora bien, he insistido en la perspectiva nostálgica del relato. La nostalgia implica alejamiento y pérdida. Y, en efecto, Fabio y don Segundo ya no están juntos una vez que es claro para ambos que las lecciones ya han sido aprendidas. Muchos años después, el narrador recupera esa experiencia a través del relato de la memoria. Vemos en el final que hay un sentimiento de pérdida y distancia respecto del personaje, no respecto de la marca moral que ese personaje ha dejado. La nostalgia no se produce entonces porque el narrador se haya distanciado espiritualmente de su maestro lo que significa que, a pesar de que la figura del gaucho pueda ya ser vista como asunto del pasado, una identificación aún posible y aún necesaria con sus ideales permanece. Sin embargo, no se ve indicación alguna de una sensibilidad reaccionaria; incluso en la forma que adquiere la nostalgia, prevalece la mesura. El recuerdo del pasado no pretende entrar en una pugna violenta con el presente sino, una vez más, enfatizar la belleza y la plenitud de una forma de vida alternativa.
La pampa es, pues, el espacio de un modelo ético que si bien ya no puede recuperarse a través de los personajes que la poblaban, puede reivindicarse a través de la memoria nostálgica. Nuevamente, don Segundo es menos un ser que una idea y, en consecuencia, su carácter legendario ni niega la validez de la orientación ética que simboliza.
que bueno encontrarlo en este espacio virtual...
quisiera saber si me puede colaborar con un canon de novelas de iniciación...
estoy interesado en el tema pero mis investigaciones sobre un canon en internet no son muy utiles. muchos documentos pero muy pocas novelas... siempre me dicen que son pero no cuales son... muy poca bibliografía de consulta...
bueno desde Colombia un saludo con el beneplácito de poder encontrarlo en internet...
Posted by Goggins Godot | 9:30 PM
Estaba buscando la idea de antagonista en Don Segundo Sombra y me encontré con este comentario. Suelo encontrar ideas copias de otros lados y estoy muy contenta de encontrar una elaboración personal.
Con respecto al antagonista, para mí existen distintos antagonistas, pero la gran antoganista es la propia Pampa que, con sus características, desafía al hombre continuamente.
Posted by Vera Zagui (seudónimo) | 2:31 PM
Estaba buscando la idea de antagonista en Don Segundo Sombra y me encontré con este comentario. Suelo encontrar ideas copias de otros lados y estoy muy contenta de encontrar una elaboración personal.
Con respecto al antagonista, para mí existen distintos antagonistas, pero la gran antoganista es la propia Pampa que, con sus características, desafía al hombre continuamente.
Posted by Vera Zagui (seudónimo) | 2:32 PM